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Opinion

Mi iglesia duerme, la vigencia de una denuncia incómoda

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EL AUTOR es economista y docente universitario. Reside en Santo Domingo

1. Preámbulo y motivación

Cuando Salvador Freixedo publicó Mi Iglesia duerme en 1969, lo hizo desde la entraña misma de la institución. No era un crítico externo, sino un sacerdote jesuita que había dedicado su vida a enseñar y evangelizar en países como Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. Su voz fue la de un hijo que amaba a la Iglesia, pero que no podía callar ante lo que consideraba una traición al Evangelio: “una institución más preocupada por el poder y la apariencia que por la verdad y la justicia”.

Hoy, más de medio siglo después, sus palabras resuenan con fuerza. La Iglesia católica atraviesa una crisis de credibilidad marcada por escándalos e indelicadezas sacerdotales, corrupción administrativa y silencios cómplices. En República Dominicana, el caso reciente del arzobispo Francisco Ozoria, investigado por el Vaticano por presunta mala gestión económica, es solo un ejemplo de cómo la institución sigue atrapada en las sombras que Freixedo denunció con valentía y denuedo.

2. Temas cruciales para entender el libro

El momento histórico: El libro apareció en plena efervescencia del posconcilio Vaticano II, cuando muchos esperaban una renovación profunda. Freixedo, sin embargo, denunció que la jerarquía había optado por la comodidad y el poder, dejando dormida la misión profética y secular de la Iglesia.

Consecuencias para el autor: La publicación le costó caro. Fue expulsado de la Compañía de Jesús y suspendido del ministerio sacerdotal. Pasó de ser profesor respetado en Santo Domingo a convertirse en un “apestado” dentro de la institución.

Respuesta del clero dominicano: En el país, donde Freixedo había enseñado Historia de la Iglesia, sus críticas fueron recibidas con dureza. El clero local defendió la autoridad eclesial y tachó sus posturas de “confusionistas”. Sin embargo, entre los fieles, el libro circuló como un llamado sincero a la reforma y a la coherencia, tal y como lo establecen los postulados originales de su “iglesia dormida”.

3. Ilustraciones de la temática central

Freixedo insistía en que la Iglesia debía ser voz de los pobres y los marginados, no defensora de privilegios. Señalaba tres grandes males:

-El clericalismo: una casta de sacerdotes más preocupados por su poder que por servir.

-El silencio cómplice: la tendencia a ocultar los pecados internos para proteger la imagen institucional.

-La falta de profecía: una Iglesia que había perdido la capacidad de denunciar la injusticia social y política.

Estas críticas se ilustran hoy en casos como:

-Los escándalos de indelicadezas sexuales que han golpeado a la Iglesia en todo el mundo.

-La crisis de confianza en la administración económica de diócesis, como la de Santo Domingo.

-La distancia creciente entre la jerarquía y los fieles, que buscan espiritualidad viva y transparente.

-La falta de interlocución entre los fieles y el clero.

Reflexión final

Cuando Salvador Freixedo escribió Mi Iglesia duerme en 1969, lo hizo como un grito de alerta: la institución que debía ser faro de esperanza se había convertido en un cuerpo pesado, más atento a sus privilegios que al clamor de los pobres. Su denuncia le costó la expulsión y el silencio oficial, pero abrió un debate que aún no se ha cerrado.

Hoy, más de medio siglo después, la Iglesia católica sigue enfrentando los mismos fantasmas: escándalos de abusos, crisis de confianza, y en República Dominicana, casos como el del arzobispo Ozoria, que ponen en evidencia la fragilidad de su credibilidad. La vigencia del libro no está en sus páginas amarillentas, sino en la realidad que lo confirma.

Freixedo advertía: “La Iglesia se ha dormido en sus laureles, olvidando que su misión es despertar conciencias”. Y también señalaba con crudeza: “Cuando la Iglesia calla ante la injusticia, se convierte en cómplice de ella”. Estas frases, escritas hace más de medio siglo, parecen describir la actualidad con precisión.

El pasado nos recuerda que hubo voces valientes que se atrevieron a decir lo que muchos callaban. El presente nos exige que esas voces no se pierdan en el olvido. “Mi Iglesia duerme“ no es solo un título, es una advertencia que atraviesa generaciones: si la Iglesia no despierta, será la sociedad la que se aleje de ella.

La historia de Freixedo nos enseña que la fidelidad al Evangelio no se mide por obediencia ciega, sino por la capacidad de denunciar la incoherencia. Y en este 2025, cuando la fe busca transparencia y verdad, su mensaje se convierte en espejo incómodo y en llamado urgente: despertar es la única manera de volver a ser luz.

La vigencia de Mi Iglesia duerme es evidente. No se trata de un libro contra la fe, sino contra la incoherencia institucional. Freixedo fue un profeta incómodo, castigado por decir lo que muchos pensaban en silencio.

Hoy, cuando la Iglesia dominicana enfrenta el caso Ozoria y otros escándalos, su voz vuelve a interpelar: ¿seguirá la Iglesia dormida mientras la sociedad exige transparencia y coherencia?

La respuesta no puede ser el silencio. La Iglesia necesita despertar, recuperar su misión profética y volver a ser luz en medio de la oscuridad. De lo contrario, cada nuevo escándalo seguirá confirmando lo que Freixedo denunció hace más de medio siglo: una Iglesia que duerme mientras el mundo clama por verdad y justicia, Amén.

jpm-am

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