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Opinion

Lo que falta tras “plásticos por útiles escolares”

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El autor es profesor de ingeniería química. Reside en Santo Domingo

POR PORFIRIO ODALIS ALCÁNTARA DE LEÓN

En una ciudad acostumbrada a titulares efímeros, pocas imágenes son tan poderosas como la de miles de familias del Distrito Nacional haciendo fila con sacos de botellas limpias y comprimidas. a cambio, mochilas completas y, con mil unidades, tabletas.

El programa “Plásticos por útiles escolares” es hoy la mayor movilización socioambiental de la capital.

Este año se recolectaron 15.2 millones de botellas y se entregaron 22,800 kits escolares. Es una hazaña logística y un gesto pedagógico, pero una política pública no puede vivir de hazañas: necesita sistemas que funcionen todos los días.

El operativo, coorganizado con la Dirección General de Aduanas, estableció reglas claras: 500 botellas por mochila equipada, 1,000 por mochila con tableta, tope de canjes por cédula y prioridad a residentes del Distrito Nacional. Combinó incentivos tangibles con símbolos culturales y alivió el gasto del regreso a clases.

Su límite es ser episódico. concentra picos de acopio, congestiona flujos urbanos y depende de patrocinios y voluntariado. Sobre todo, no reemplaza la infraestructura pendiente: redes barriales de separación, plantas de clasificación y rellenos sanitarios que superen los vertederos a cielo abierto.

La ley 225-20 ofrece el marco: jerarquía de gestión, responsabilidad compartida y responsabilidad extendida del productor. aterrizarla con metas por material, financiamiento estable y gobernanza interinstitucional permitiría que el canje sea palanca del sistema, no un parche anual.

¿Qué implica pasar de evento a sistema? primero, una red de puntos verdes en barrios prioritarios, con incentivos frecuentes de menor valor, trazabilidad digital y reglas transparentes. La gran jornada quedaría como celebración ancla, no como único canal.

Segundo, afrontar el foam con un cronograma de sustitución gradual en compras públicas y servicios de alimentos, más campañas específicas. Con el pet, avanzar a metas de contenido reciclado y logística inversa “bottle-to-bottle” donde sea viable. Para mezclas y flexibles, la madera plástica puede aportar, con monitoreo de destino y durabilidad.

Tercero, invertir en infraestructura con dinero real y métricas claras: mrfs regionales, rellenos bien operados y rutas diferenciadas que conecten con puntos verdes. Cada obra debe rendir cuentas con indicadores simples: toneladas desviadas, costo por kilogramo y calidad del material.

Cuarto, incluir de forma digna al sector de reciclaje informal. Cooperativas con contratos municipales, equipos de protección y acceso a cadenas formales elevan la recuperación y saldan una deuda social.

Quinto, coordinar con el INABIE para que el canje municipal complemente la política nacional y sirva como aula de educación ambiental. Un calendario único evita duplicidades y multiplica impactos.

Nada de lo anterior le resta mérito al programa actual; al contrario: su legitimidad social es el capital político para empujar la siguiente fase. La ciudad ya aprendió que el residuo puede ser moneda; ahora debe ser política pública sostenible.

Celebrar un día de éxitos es necesario, pero no suficiente. El titular de hoy conmueve; el de mañana debe exigir resultados sistémicos: vertederos cerrados, barrios con puntos verdes funcionales, resina reciclada reincorporada y niños que separan en casa. No se trata de producir otra foto, sino de cambiar la película.

palcantara12@uasd.edu.do

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