Politica
Ladrones eficientes Vs. ladrones ineficientes (OPINION)
En la historia política de la República Dominicana se ha instalado un dilema que, aunque parece burdo, refleja con crudeza el pensamiento popular: la diferencia entre los “ladrones eficientes” y los “ladrones ineficientes”. La frase, repetida en tertulias callejeras y conversaciones cotidianas, es un síntoma del profundo descrédito que padecen las organizaciones políticas y la crisis de fe en las propuestas de quienes aspiran a dirigir el Estado.
El “ladrón eficiente”, en la percepción del pueblo, es aquel político que, aun apropiándose de los recursos públicos, deja huellas tangibles en obras, servicios e infraestructura. Roba, pero “hace”. Por el contrario, el “ladrón ineficiente” es aquel que además de enriquecerse con lo ajeno, no construye nada, no transforma nada, y deja tras de sí un vacío de estancamiento y frustración.
Esta forma de pensar, aunque cargada de cinismo, revela la degradación de la política dominicana: la ciudadanía ya no mide a los gobernantes en términos de integridad, transparencia y servicio al bien común, sino en función de cuánto logran disfrazar o justificar sus acciones con resultados visibles. El pueblo, cansado de promesas incumplidas, prefiere resignarse a un “mal menor” antes que aferrarse a ideales que parecen utópicos.
El problema de fondo no está en la comparación entre ladrones, sino en lo que esa comparación significa: una pérdida casi total de confianza en la posibilidad de una gestión honesta y responsable. Los nuevos movimientos, en vez de sembrar esperanza, suelen heredar el mismo descrédito, pues sus discursos suenan repetidos y la historia reciente indica que, una vez alcanzado el poder, terminan comportándose igual que los anteriores.
El desafío para el país es desmontar esta visión resignada. No podemos seguir legitimando el robo con obras, ni premiando la corrupción “eficiente” sobre la ineficiente. El verdadero progreso radica en recuperar la fe en instituciones políticas que sean capaces de gobernar con ética, de administrar con transparencia y de mostrar que el poder no es un botín, sino una responsabilidad.
Mientras tanto, la pregunta persiste: ¿seguiremos eligiendo entre ladrones eficientes e ineficientes, o tendremos el coraje de exigir líderes verdaderamente honestos?
of-am
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