Opinion
La UASD y los aprestos de fusionar Minerd y Mescyt
Entre todas las fusiones de organismos estatales anunciadas por el Gobierno, ninguna ha generado tanta inquietud como la propuesta de unificar el Ministerio de Educación (MINERD) con el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT).
En este contexto, considero oportuna, firme y bien fundamentada la posición asumida por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), expresada recientemente en una rueda de prensa encabezada por el decano de su Facultad de Economía, Antonio Ciriaco.
La UASD ha advertido, con razón, que esta fusión afectaría negativamente la calidad y gobernanza del sistema educativo, sin que se obtengan los supuestos beneficios de eficiencia y ahorro que el Gobierno argumenta.
Reducir estructuras por razones presupuestarias, sin un análisis profundo de sus implicaciones académicas, es un enfoque técnico que no responde a la complejidad del sistema educativo nacional. No todo lo que parece eficiente en el papel, lo es en la práctica.
El respaldo a esta postura no ha venido únicamente desde la UASD. Exministros de ambas carteras, como Alejandrina Germán, Melanio Paredes, Ligia Amada Melo y Andrés Navarro, han levantado su voz de alerta.
Todos coinciden en que fusionar MINERD y MESCyT sería un error histórico. Lejos de resolver problemas, se abrirían grietas en la autoridad normativa de la educación superior y se pondrían en riesgo logros institucionales que han requerido décadas de construcción.
Rectores
La Asociación Dominicana de Rectores Universitarios (ADRU) ha adoptado una postura más cautelosa. Aunque dispuesta a colaborar, ha puesto sobre la mesa condiciones claras: la calidad académica no puede sacrificarse, y cualquier transformación debe contar con participación real del sector académico, así como un financiamiento justo que garantice continuidad en investigación, innovación y fortalecimiento institucional.
Por su parte, las autoridades del MESCyT y del MINERD, junto al Ministerio de Administración Pública, han iniciado una serie de encuentros con rectores y académicos. El propósito oficial: articular una transición funcional bajo el marco de las leyes vigentes.
Sin embargo, presumo —y no estoy solo en ello— que el proceso ha tropezado más de lo previsto. Los escollos son muchos, y los consensos, escasos. La pretendida integración, más que unificar fortalezas, podría debilitar estructuras ya frágiles.
La rueda de prensa de la UASD, lejos de ser un acto aislado de oposición, debería ser vista como una oportunidad: un llamado urgente a una consulta nacional seria, amplia y plural sobre el futuro de nuestro sistema educativo.
¿Qué ganamos? ¿Qué perdemos? ¿Qué estamos dispuestos a comprometer? Preguntas que deben responderse con cabeza fría, pero también con corazón comprometido con el país.
A mi juicio, lo más sensato sería detener esta iniciativa, antes de que el remedio resulte peor que la enfermedad. El MESCyT y el MINERD no son entes duplicados ni innecesarios; son instituciones complementarias, cada una con funciones bien definidas. El país no necesita una fusión apresurada, sino una articulación inteligente que fortalezca el sistema educativo en todos sus niveles.
La educación dominicana no puede improvisarse. Y mucho menos, reducirse a una jugada administrativa sin visión a largo plazo.
jpm-am
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