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Opinion

La basura controlada por la mafia

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

Ya sean italianos, americanos, o chinos, excelentes mafias en ciertas áreas de actividad que le son propias aun si, hoy, ellas han invertido la mayoría de actividades criminales. Así, la totalidad de mafias hacen tráfico de todo género. Seres humanos, órganos, estupefacientes, contrabando de cigarrillos, obras de arte, etc. Todo lo que puede aportar dinero es bueno a tomar.

Pero las mafias tienen también otras actividades, más históricas, más clásicas para una organización mafiosa digna de ese nombre. La actividad tradicional de la mafia reside en el ofrecimiento de protección privada. La organización propone a los comerciantes presentes sobre “su” territorio protegerlos contra los pequeños y grandes delincuentes… a cambio de remuneración.

Ese servicio es a veces nacido de un fracaso  del Estado. Es entonces para la mafia local reglamentar ciertos conflictos en sitio y lugar del comerciante o recuperar algunas acreencias. Lo más a menudo, es la mafia misma que es el origen de la inseguridad de la empresa a quien ella va a proponer una protección.

El comerciante no tiene entonces mucha elección. Debe pagar el pizzo, el impuesto mafioso,  de lo contrario, se arriesga a represalias por parte de su protector. La mayoría de los grupos mafiosos recurren a esa forma de redención que otras organizaciones criminales han aveces adoptado, como algunas «familias». Por su lado, la usura es igualmente una especialidad mafiosa.

Se trata de conceder préstamos de dinero o  para comprar deudas, lo más a menudo a comerciantes, pero a tipos de interés muy altos. El objetivo es  de colocar al deudor en una situación inexplicable y de y para extraerle la mayor cantidad de dinero posible. La mafia, constatando entonces la falta  de pago, “propuesta” a la víctima de borrar la deuda en cambio de algunos servicios, corrientemente ilegales, o aun le reclama ciertos bienes que posee.

Salvo a sufrir represalias, violencias incluso asesinato, el deudor es a menudo  en la obligación  de aceptar.  Varias mafias se dedican igualmente al tráfico de desperdicios o mas exactamente a la gestión de residuos domésticos. Se trata de una actividad localizada que responde a la necesidad creada por la incapacidad de los poderes públicos para administrar el aumento de la basura y de sus costos de tratamiento.

En ciertas comunidades, el mercado del tratamiento de los desperdicios es confiado a las organizaciones mafiosas presentadas como prestatarias de servicios. Las mafias son entonces, se supone que deben hacerse cargo del transporte y almacenamiento de estos residuos. En la práctica, esta gestión es anárquica y no responde a ninguna norma sanitaria o técnica de la profesión.

Las mafias abandonan los resididos en  los campos o los entierran. Ellas los tiran y los arrojan a los cursos de agua, los almacenan en canteras abandonadas o los queman. Este último método tiene la ventaja de dejar espacio para nuevos envíos.

Los responsables de la gestión de residuos son, sin duda, los miembros de la Camorra en Nápoles, una región donde la contaminación, muy elevada debido a esta práctica, se denuncia con frecuencia. De hecho, la Camorra controla toda la cadena de gestión de residuos, desde el transporte hasta la descarga. Es especialmente responsable de la crisis de residuos que persiste en Nápoles desde 1994.

Las mafias tienen igualmente actividades de apariencia más legales. Ellas mantienen complicidades en el medio de la inmobiliaria, cuando  no son sí mismas emprendedoras. Ellas tienen así accesos, por intimidación o en teniendo recursos a la corrupción, a los mercados públicos.

Los llamados de ofrecimiento son a menudo amañados y permiten así a las organizaciones de invertir sectores enteros de la economía legal se dedican a la actividad profesional mientras aprovechan las oportunidades de lavado de dinero que ofrece un sector de actividad en rápida expansión para el cual los controles son escasos y difíciles.

No se abandona la Familia como se deja un trabajador, con una entrevista, una carta certificada y respetando un plazo de preaviso. Un jefe, en el sentido mafioso del término, no deja ir tan fácilmente a sus empleados. Dos soluciones principales existen. Sea tener un “accidente” de trabajo y partir hacia un mundo mejor, sea colaborar con la justicia y conviértete en un pecador arrepentido. Pero esta última solución comporta varios riesgos.

En lo peor de los casos, el de pagar de su vida lo que la antigua familia considera como una traición. En el mejor, se encuentra aislado, renegado por su familia natural y por su familia criminal. Tanto más que no es raro que la primera familia sea eliminada por la segunda por represalias o como una advertencia a aquellos que serían intentos de romper. Entonces ¿porque arrepentirse? ¿Por moralidad, por interés? ¿Por cambiar de vida?

De hecho, un poco de ex mafiosos sienten  remordimientos y arrepentimientos de su vida pasada y corren tras una enmienda. Lo más a menudo, un antiguo mafioso busca un compromiso con la justicia. Está presto a denunciar a los cómplices a cambio de una entrega o de una exención de pena. El no denuncia por otro lado muy a menudo que los enemigos, de los cuales busca vengarse, y protege a sus amigos.

Muy a menudo también, un arrepentimiento justifica su deserción por el cambio de su familia mafiosa. Elogia lo que era, un clan honorable, y denuncia lo que habría llegado a ser.   Los mafiosos saben también servirse de un sistema de traición que ellos denuncian. Se trata de “»Engañadores arrepentidos». Una familia envía a algunos de sus miembros a entregarse a las autoridades.

Pero el plan consiste en engañar a los jueces, despistarlos o conducirlos por el camino de un rival. El sistema puede revelarse eficaz. Lo es tanto más que es a menudo imposible de tener la certeza que el arrepentimiento puesto en libertad por haber colaborado haya efectivamente se ha ido su Familia.

Es principalmente gracias a los muchos arrepentimientos que ha sido posible obtener ciertos informes sobre las redes mafiosas. El primer arrepentido, Tomazo Buscetta, es aquel que ha permitido el desarrollo del maxiproceso de Palermo en 1987, gracias a las declaraciones hechas al juez Falcone. En el curso de ese proceso, 475 acusados comparecieron ante un pool de magistrados anti-mafia, dirigidos por el juez Giovanni Falcone. ¿Quién regula la basura en nuestro país?

jpm-am

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