Opinion

El saqueo institucionalizado de Venezuela

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EL AUTOR es contador publico autorizado. Reside en Nueva York

En Venezuela no gobierna un presidente. Gobierna un cartel. El llamado “Cartel de los Soles”, bautizado por las insignias doradas de los oficiales militares, ha dejado de ser una sombra en los pasillos del poder para convertirse en el poder mismo.

Nicolás Maduro, lejos de ser un líder legítimo, ha sido señalado por Estados Unidos como el jefe de una organización criminal transnacional que opera desde Miraflores con tentáculos en América Latina, Europa y Medio Oriente.

Narcotráfico, impunidad y hambre como política de Estado

Este cartel no solo trafica cocaína. Trafica impunidad, hambre y miedo. Utiliza los recursos del Estado —aeropuertos, puertos, vehículos oficiales— para movilizar toneladas de droga, mientras el pueblo venezolano sobrevive entre apagones, escasez y represión. La estructura criminal ha corrompido todas las instituciones: ejército, inteligencia, poder judicial, legislativo. No hay rincón del Estado que no haya sido colonizado por esta red de saqueo.

Buques en la costa: el cerco internacional se estrecha

Maduro y su cuadrilla

En agosto de 2025, Estados Unidos designó oficialmente al Cartel de los Soles como una organización terrorista global. Como parte de esa ofensiva, tres destructores de guerra —el USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson— fueron desplegados frente a las costas venezolanas.

Equipados con misiles de alta precisión, radares de largo alcance y capacidad de ataque aéreo y submarino, estos buques representan un mensaje claro: el tiempo de la impunidad se agota.

Maduro responde con «milicianos»

Maduro ha activado un “plan especial” con más de 4,5 millones de “milicianos”, intentando “blindar” su régimen con músculo interno. Pero ni los uniformes ni los discursos pueden ocultar la realidad: Venezuela ha sido convertida en una empresa criminal, donde la represión es política de Estado y la miseria es moneda de cambio.

No basta con denunciar: hay que desmantelar

Los demonios que saquean y tiranizan no llevan cuernos, llevan insignias. Y mientras se blindan con supuestos milicianos armados, el país se desangra en silencio.

No basta con denunciar. Hay que romper el pacto de impunidad que sostiene a esta maquinaria de terror. Porque cada día que pasa sin justicia, es un día más de exilio, de hambre, de muerte. Y Venezuela no merece seguir siendo rehén de sus verdugos.

jpm-am

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