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El negro detrás de la oreja

EL AUTOR es comunicador. Reside en Santo Domingo.

Siempre se ha dicho que “tenemos el negro detrás de la oreja”. Y quizás, más que una sospecha, sea una verdad genética. Recientemente, genetistas de Canadá, Brasil y Corea del Sur emprendieron un esfuerzo sin precedentes para rastrear la evolución de los alelos sanguíneos A, B y O en América, utilizando ADN antiguo extraído de restos óseos que abarcan miles de años, desde Alaska hasta la Patagonia.

El objetivo de los genetistas, fue mapear cómo los tipos: A, B y O, aparecieron y desaparecieron a través del tiempo, observando cómo llegó a ser la distribución actual de los primeros restos de Alaska, cerca del primer punto desde Siberia que, no sólo contenían el tipo “O”, sino también, rastro del tipo “A”.

Este descubrimiento echó por tierra las teorías sostenidas durante muchos tiempos, de que solo el tipo “O”, había entrado en las Américas.

Este hallazgo desmontó la teoría dominante de que solo el tipo O había ingresado a América. Pero a medida que los investigadores avanzaban hacia el sur, los rastros del tipo A comenzaron a disiparse.

En las llanuras centrales de América del Norte, el tipo A estaba ausente. En Mesoamérica, había desaparecido por completo. Y en los Andes, ni A ni B estaban presentes. A lo largo de miles de kilómetros, solo persistía el tipo O.

Esta desaparición abrupta de los tipos A y B no se corresponde con la lenta aleatoriedad de la deriva genética. Algo más ocurrió. ¿Selección natural? ¿Migración diferencial? ¿Resistencia inmunológica? En las pandemias, borraron a todos los que tenían los tipos: “A y B”, sobreviviendo a las mayorías de las pandemias los del tipo “O”.

Lo cierto es que el tipo “O”, predominante en poblaciones africanas y afrodescendientes, ha demostrado una sorprendente persistencia. Durante la pandemia del COVID-19, países con alta prevalencia de este tipo —como Haití— registraron tasas de mortalidad extraordinariamente bajas. ¿Casualidad genética o escudo evolutivo?

Tal vez, después de todo, “tener el negro detrás de la oreja” no sea una sospecha, sino una forma de resistencia. Una herencia que nos protege, nos define y nos recuerda que la historia —como la sangre— fluye por debajo de lo visible. El tipo “O”, a través del tiempo, dejó una huella de supervivencia: ¡Demostró su inmunidad!

Sangre, sospecha y resistencia

Decir que “tenemos el negro detrás de la oreja” ya no es solo una frase hecha. Es una verdad genética, histórica y política. La persistencia del tipo de sangre “O” en América —desde los primeros migrantes siberianos hasta los pueblos andinos— revela una línea de resistencia que atraviesa siglos. En tiempos de pandemia, esa herencia, demostró que el tipo “O”, fue invisible; se volvió escudo: Haití, con su mayoría tipo “O”, registró una de las tasas de mortalidad más bajas del continente.

Pero esta realidad también desnuda otra: la ciencia confirma lo que el prejuicio niega. Lo africano no es debilidad, sino fortaleza. No es sombra, sino raíz. En un mundo que aún discrimina por color, origen o acento, la genética nos recuerda que lo que llevamos “detrás de la oreja” puede ser lo que nos salva.

La sangre no miente. Y si algo nos enseñó el COVID-19, es que la historia que corre por nuestras venas merece ser contada con orgullo, no con sospecha. Porque detrás de cada alelo, hay una memoria. Y detrás de cada memoria, una posibilidad de justicia.

jpm-am

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