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Opinion

Después del grito de Capotillo

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

Después del grito de Capotillo ocurrieron en el país hechos de gran envergadura y surgieron personajes que transformaron para siempre la historia dominicana. Además, se crearon pautas que, sin saberse entonces, sirvieron como antecedentes para aplicarse en las luchas liberadoras de otros países en diferentes lugares de la tierra, tal como así lo recogen manuales clásicos de la historia militar mundial.

El grito de Capotillo provocó que el 24-9-1863 destituyeran al gobernador Felipe Rivero Lemoine. Fue sustituido por Carlos de Vargas Cerveto, quien tuvo 6 meses en dicho cargo. A ese lo sustituyó el 31-3-1864 José de la Gándara Navarro. Se fue con sus tropas el 11-7- 1865. Ese jefe anexionista fue una especie de “último mohicano”, como en la novela del estadounidense James Fenimore Cooper.

Después del referido grito mañanero de Capotillo se abrió una sangrienta guerra que concluyó un año y meses después, con la derrota de los anexionistas y consecuencialmente con el triunfo de una heteróclita unión de restauradores que abarcaba todo el arco social, económico, militar, intelectual y político del país. En esa época surgieron, o afianzaron sus nombres en la historia dominicana, muchos personajes.

Entre decenas de ellos menciono de manera limitativa a Santiago Rodríguez, Gregorio Luperón, Benito Monción, José Cabrera, José María Cabral, Benito Martínez, José Antonio Salcedo, Ulises Francisco Espaillat, Pedro Francisco Bonó, Benigno F. de Rojas, Federico de Jesús García, Eusebio Manzueta, Marcos Adón, Pedro Antonio Pimentel, Pedro Florentino, Antonio Guzmán, Gregorio de Lora, Manuel Rodríguez (El Chivo) e Ignacio Reyes.

Cuatro días después del grito de Capotillo apareció en las filas de los restauradores el general Gaspar Polanco, hasta entonces formalmente anexionista. De inmediato organizó a cientos de hombres. En una operación militar de pinzas logró derrotar en La Barranquita, Guayacanes, a las tropas que se movían como refuerzos en apoyo del brigadier español anexionista en fuga Manuel Buceta del Villar.

Gaspar Polanco poseía habilidades de táctico y estratega marcial. Eso lo convirtió en el máximo jefe militar de los restauradores. Conquistó el 6 de septiembre de 1863 la ciudad de Santiago de los Caballeros. De inmediato los anexionistas, en escape desordenado, fueron perseguidos tenazmente hasta Puerto Plata, por la antigua ruta de Las Lavas. Ocho días después de ese triunfo fue formado el primer gobierno en arma de los restauradores.

En cuanto a Gregorio Luperón fue enorme la importancia bélica y política que tuvo después del grito de Capotillo. En una de sus narraciones el periodista Manuel F. Cestero anotó que: “El general Gregorio Luperón era el árbitro de los destinos de la República. Quienquiera que gobernara el país necesitaba, cuando menos, contar con las simpatías de Luperón para gobernar en paz”. (Narraciones. AGN. Editora Búho, 2022.P.295.MFC).

Ramón Matías Mella también fue restaurador. A Pedro Santana le hizo saber lo siguiente: “Ha llegado el caso de recordarle por medio de esta carta que no soy súbdito de Su Majestad Católica ni he trocado ni deseo trocar mi nacionalidad por otra alguna, habiendo jurado desde el día 27 de febrero de 1844 ser ciudadano de la República Dominicana”. (Carta de Mella a Santana. 3 de julio de 1861).

Pero no todo fue color de rosa entre los dirigentes militares y civiles de la Restauración. Pepillo Salcedo, primer presidente restaurador, fue víctima fatal de la maledicencia de unos cuantos, principalmente Gaspar Polanco, que ordenaron su fusilamiento en octubre de 1864. Tenía 48 años de edad. A casi 161 años de aquel magnicidio su muerte sigue cayendo como una plomada sobre el movedizo y turbio cenagal de la política dominicana.

El poeta y restaurador Manuel Rodríguez Objío anotó que: “Al sucumbir Salcedo bajo el cuchillo de la sospecha, los verdaderos culpables temblaron en su retiro y las intrigas reaccionarias desmayaron hasta dejar el campo libre a los patriotas”. El historiador Rufino Martínez, a su vez, escribió de Pepillo: “El caído, sin embargo, en ningún momento había dejado de ser un entero patriota, con la mente sobrepuesta a todo mezquino interés…”

También es oportuno expresar en esta crónica que el general José María Cabral dirigió a los restauradores que triunfaron en la batalla de La Canela (4 de diciembre de 1864), en el sur del país. Los anexionistas enviados a Neiba por el general de origen dominicano Eusebio Puello de Castro fueron derrotados de manera aplastante en ese histórico lugar.

Pedro Alejandrino Pina fue un restaurador mucho antes del grito de Capotillo y después también. En agosto de 1865 tuvo una notoria participación en la Asamblea Constituyente, realizando aportes formidables en línea con su visión política.

En resumen, el grito de Capotillo fue un parteaguas en la historia nacional, convirtiéndose en la fragua que consolidó las fibras patrióticas del pueblo dominicano.

JPM

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