Variedades
Convite Banilejo: ¿lejos o en casa? (OPINION)
POR LUISANNA LORA
Durante diecinueve años consecutivos, el Convite Banilejo se ha convertido en el gran reencuentro de los hijos de esta tierra. Una fiesta que celebra el orgullo banilejo, la memoria cultural y el vínculo emocional que sostiene a una comunidad dispersa entre Baní, Santo Domingo y la diáspora exterior. Hasta ahí, todo perfecto. El detalle, el punto que siempre provoca roncha es el lugar donde se realiza.
Porque sí, es una fiesta banileja, pero desde su Génesis no se celebra en Baní.
La Alianza Banileja, responsable de la organización, ha sido clara en lo esencial: el Convite siempre se ha efectuado en Santo Domingo y ahí se ha quedado porque es donde reside una gran parte de los banilejos. Además, resaltan que su trabajo busca apoyar y aportar al municipio, aunque la actividad no se realice físicamente aquí.
Es una postura válida. No tiene misterio: lo hacen donde está la gente.
Pero la pregunta que vuelve, año tras año, es inevitable:
¿Y dónde queda Baní en esta ecuación?

Aquí, en el pueblo, muchos sienten que la tradición ha migrado. Que una actividad que lleva el nombre de Baní y que exalta lo que somos, lo que comemos, lo que bailamos, lo que recordamos debería, al menos alguna vez, estar en su casa. No por capricho. Por coherencia simbólica.
El dilema es más profundo de lo que parece.
¿Debe una tradición celebrarse dónde está su gente o donde está su origen?
¿La identidad cultural se sostiene mejor en el territorio o en la nostalgia?
¿Puede un pueblo sentirse anfitrión de algo que no ocurre en su propio suelo?
Y mientras nos hacemos esas preguntas, otro dato se asoma: existe un Convite Banilejo también en Boston, organizado precisamente para los banilejos que viven en Estados Unidos. Eso demuestra que la identidad banileja es fuerte, móvil, adaptable… pero también revela que cuando una tradición se replica fuera, crea orgullo, sí, pero también distancia.
No se trata de desmeritar el trabajo de Alianza Banileja ni el impacto social y comunitario que la actividad ha tenido. Se trata de entender un sentimiento colectivo que es real: Baní quiere verse reflejado en su propio Convite.
Quizás ha llegado el momento de abrir la conversación sin dramatismos, sin bandos, sin resentimientos y evaluar modelos que honren tanto a la diáspora como al pueblo. Ediciones alternas. Versiones desmontables. Celebraciones hermanas. Lo que sea, siempre que mantenga vivo lo esencial.
Porque al final, aunque la identidad viaje, aunque la gente esté en Santo Domingo, aunque la diáspora necesite su espacio, Baní es la raíz, y toda tradición que quiera perdurar necesita regresar, aunque sea de vez en cuando, al suelo donde germinó.
El Convite Banilejo puede seguir creciendo donde está su gente.
Pero tarde o temprano, si de identidad hablamos, también tendrá que reencontrarse con la tierra que le da nombre.
jpm-am
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