Connect with us

Opinion

Turismo RD, firme en medio de la tormenta

Published

on

imagen

El autor es comunicador. Reside en Punta Cana.

Cuando un huracán azota el océano, las aves no vuelan hacia la tormenta, sino que buscan tierra firme donde refugiarse, donde encuentren paz. Cada estruendo en el mundo, como siempre los bélicos, son actos para agudizar el conflicto, como entre Israel e Irán, que desencadenó eventos que se manifiestan de alguna forma en la humanidad.

Como la crisis sanitaria (COVID-19), catástrofes naturales, ataques terroristas y los enfrentamientos armados en otras industrias, igual el turismo internacional altera su dinámica: redirecciona sus alas hacia destinos estables. En este contexto, la República Dominicana no debe actuar con oportunismo frío, sino con la confianza del que ha sembrado antes de la tempestad.

Con cada eco en los cielos de los cohetes y explosiones en el Oriente Medio que por 12 días mantuvieron el duelo Israel e Irán, estaba el Caribe, posicionado como región de refugio natural y cálida, de manera particular RD.

Pero ser hospitalario ya no basta, sino ser responsable. Hoy, el que viaja busca más que ausencia de guerra: exige preparación, atención de calidad y una propuesta ética. No es momento de competir por precio, sino por valores y sostenibilidad.

Como las aves que buscan un árbol firme antes de un aguacero, los viajeros globales giran hacia destinos seguros. Nuestro país puede ser ese punto de llegada confiable en esa circunstancia. No por casualidad ni por moda, sino que posee un producto turístico con los méritos que ha construido con trabajo y constancia sustentados en acuerdos y normas internacionales.

Tener playas y sol no es suficiente, y el mundo está lleno. En tiempos convulsos, matizados por la incertidumbre emocional del mercado energético como el transporte aéreo, influyendo en las acciones de las líneas aéreas, hoteleras, cruceros y los índices turísticos, solo los destinos que actúan con integridad y capacidad destacan pueden mejor aprovecharse.

En ese sentido, somos un farol en el mar, llamado a ofrecer orientación, no oportunismo. Conquistar por la tranquilidad será más duradero que atraer por temor ante la inseguridad.

El reciente intercambio de misiles entre países del Cercano Oriente ha encendido una mecha geopolítica con efectos que trascienden sus fronteras, impactando desde la estabilidad regional hasta la conectividad aérea global.

El alza del petróleo por tensiones en el Golfo Pérsico, no por producción, sino que la causa está asociada a una mezcla de factores geopolíticos, especulativos, logísticos y psicológicos, ha encarecido el jet fuel, elevando los precios de los vuelos, especialmente en rutas largas.

Este impuesto, en el contexto global de combinación geopolítica y logística aérea, obliga al turismo internacional a adaptarse rápidamente. Ante altos costos y menor rentabilidad, la oferta garante de ganancia con estabilidad sostiene la actividad.

Hoy, la prioridad no es solo a dónde viajar, sino donde es seguro, accesible y confiable llegar. Esa certidumbre no surge de la crisis, se construye con preparación.

La elección por RD por ser un destino auténtico y creíble, no como última opción, sino avalado por el prestigio en los mercados emisores.

En este proceso de mejor aprovechar estas tensiones que vive el mundo, por ejemplo, el Oriente Medio, implica demostrar que hay planificación, inversión, conectividad y profesionalismo como la que exhibe la cadena del turismo dominicano, certificado por normas y estándares mundiales. Ya la hospitalidad no es solo sonrisa, sino una disposición que funciona en paz o en crisis.

Este tramo de temporada media, que concentra entre el 30 y 35 % del turismo mundial, representa una ventana estratégica apropiada. Como un árbol de raíces profundas, la República Dominicana tiene la capacidad de sostener un flujo creciente de visitantes, siempre que lo hagamos con ética, orden y fortalecimiento institucional.

 Si seguimos con esta disposición, como hasta ahora, con visión y compromiso, nos mantendremos buenos resultados con números favorables, con tendencia a la mejora.

En este accionar, convertirse en un cobijo para peregrinos, viajeros de negocios y turistas de verano implica asumirlo con responsabilidad y sostenibilidad. Ahora bien, si se incrementan los vuelos y las ocupaciones sin reforzar servicios, podríamos correr el riesgo de un colapso, pero el país está listo para responder a un aumento significativo de la demanda. Por eso, planificar, capacitar y ajustar a los nuevos requerimientos constituye nuestra prioridad nacional.

Si bien es cierto que la paz puede traer visitantes, es la experiencia la que los fideliza. Cuando vuelva la calma al Oriente Medio, quedarán como referentes los destinos que ofrecieron sentido, calidad y respeto, valores de los que hay que resaltar y beneficiarse. Ahí debe estar RD, no como suplente, sino como preferido en un escenario estresado por la presión.

Es sano redireccionar la demanda sin favorecerse del miedo. Es responder con altura. Mostrar cultura, limpieza, seguridad y la vida de nuestro producto turístico es una apuesta pertinente en ese ambiente. No se trata de ofrecer descuentos, sino valores. La marca país debe inspirar confianza, no compasión, sino por coyuntura.

En definitiva, el conflicto entre Israel e Irán ha sacudido una parte del turismo global, pero también ha revelado dónde aún se puede confiar. República Dominicana tiene ante sí una posibilidad real: no para aprovechar el miedo ajeno, sino para evidenciar que ha construido una oferta sólida, segura y humana. Que no nos visiten por descarte, sino por convicción.

De igual modo, la paz es el punto de partida, pero es la responsabilidad la que transforma un destino en una elección consciente. RD puede ser ese foco que guía cuando otros puertos se apagan. No como un refugio temporal, sino como un modelo duradero. Hoy, más que nunca, se impone un turismo con propósito y responsable, y nosotros estamos listos para ser parte de esa transformación.

jpm-am

Compártelo en tus redes:

ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.