Opinion
Europa entre el miedo y la obediencia
POR JOSE VANTROI REYES
Esta semana se celebró una reunión histórica, algo impensable antes de 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Y no me refiero a la reunión en Alaska, donde dos emperadores modernos se dieron cita para ensalzarse mutuamente, sino a la ocurrida en la Casa Blanca entre el monarca Trump y sus señores feudales del jardín europeo.
La reunión, convocada por el señor tras acordar previamente los temas y procedimientos con su homólogo ruso —y anunciada con apenas un día de antelación— me recuerda a las dinámicas escolares, cuando el director convoca de emergencia a los maestros.
Todos llegan nerviosos, con miles de ideas en la cabeza, preguntándose si estará enojado el principal y deseando que el regaño sea colectivo y no personalizado.
Una vez iniciada, no faltan los halagos y agradecimientos al director, que con gesto serio los observa con desdén, dejándoles claro lo patéticos que lucen al comportarse como estudiantes presentando un examen.
Ante esas muestras exageradas de gratitud y adulaciones, me llega un pensamiento como un rayo: estos son los representantes de la Europa del Imperio Romano, de Napoleón, de Churchill, de Charles de Gaulle, y del Imperio Británico que esclavizó a la India y obligó a los chinos a consumir drogas para apropiarse de sus productos.
Y sin embargo, aunque hoy sabemos que todo el territorio europeo combinado podría caber dentro de Brasil, todos los no europeos entendemos que su grandeza nunca estuvo en la extensión de sus dominios.
Tribu violenta
Más bien, ha venido de ser una de las tribus más violentas de la historia de la humanidad, no por lanzar bombas atómicas, sino por imponer hambrunas, colonización brutal y explotación sistemática.
Al mismo tiempo, ha sido la que mejor ha sabido manejar el relato: al punto de convencer a sus víctimas de que la esclavitud y la explotación traían consigo el progreso.
Este contraste se refleja también en el presente. Cuando el presidente Trump desafía el frío ártico en Alaska para reunirse con Vladimir Putin en un encuentro bilateral de más de siete horas —más todos los preparativos necesarios para hacerlo posible— y luego, para escuchar a los países europeos, los agrupa a todos en un pasillo de la Casa Blanca mientras termina su reunión con Zelenski, líder del ejército de Ucrania, un país del tamaño de la mitad de Colombia, se revela con claridad el peso geopolítico real de Europa y el tipo de relación que mantiene con Estados Unidos. Esta Europa de hoy se parece más a la que encontró Gengis Kan y sus mongoles que a la de los relatos glorificados de los libros de historia que nos leen en la escuela.
Por eso, la imagen del presidente Trump en su escritorio y los líderes europeos sentados, apretados como un grupo de reporteros tomando notas —con un lenguaje corporal que comunica más que sus valientes discursos en sus países— deja claro cuál es el papel del europeo en el mundo unipolar que defienden, y cuál sería su papel en el mundo multipolar que se avecina.
jpm-am
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